Associació Catalana de Vexil.lologia


 


Barcelona cambia de símbolo

(web de la ADG-FAD)

novembre 1996

Desde que el Ayuntamiento de Barcelona diera a conocer su intención de redefinir el sello oficial de la ciudad, se ha generado un debate público, de dimensiones quizás nunca vistas en un tema de comunicación visual desde la elección de la mascota olímpica.

Hagamos un breve resumen de este proceso.

El 17 de Mayo de 1996, el consejo plenario del Ayuntamiento de Barcelona aprobaba el nuevo Sello Oficial y el nuevo Símbolo de la ciudad de Barcelona. El 25 de Septiembre de 1996, el mismo consejo plenario aprobaba la aplicación del símbolo sobre fondo de tela: la bandera de la ciudad. Con esto se cerraba un proceso que se inició el 21 de julio de 1995. En esa fecha se encargó, de acuerdo con un consejo plenario, a una comisión de expertos, la redefinición de los nuevos símbolos de la ciudad. La comisión estaba formada por heraldistas y diseñadores: Armand Fluvià, Eduard Cardona, Ramón Bigas y Claret Serrahima.

En esta comisión, pronto aparecen las discrepancias. El resultado final del estudio previo, heraldista en su concepto, es discutido desde la misma comisión por parte de los dos diseñadores. Posteriormente, des-de la alcaldía se encarga a Ramón Bigas y Claret Serrahima la elaboración de un proyecto más "actualizado". En ese momento se solicita el asesoramiento de Miquel de Moragas, comunicólogo y catedrático de Ciencias de la Comunicación. Los heraldistas, Fluvià a la cabeza, se descuelgan del proyecto iniciando un proceso crítico y público.

Desde entonces, la historia ha tenido multitud de capítulos, algunos de ellos lamentables, que poco o nada tenían que ver con el problema real. En ocasiones, cuando una cuestión traspasa una comisión técnica para ser debatida a nivel político, la desproporción y las presiones de poder superan con creces el problema inicial. No entraremos en ese terreno, que ya suficientemente trillado parece estar, y nos centraremos en el aspecto de comunicación e imagen gráfica, que comporta un elemento emblemático como es el símbolo de toda una ciudad.

Una de las primeras cuestiones que cabría plantearse, es si el cambio de escudo de una ciudad es terreno del diseñador. No nos extenderemos demasiado en el tema. Sólo proponemos el siguiente símil : si es normal que un arqueólogo juzgue el valor de instrumentos encontrados en un yacimiento y que se utilizaron en su día para realizar operaciones, también es lógico que se le encargue a un cirujano y a un ingeniero, y no al arqueólogo, la creación de un nuevo instrumental quirúrgico.

"Era comprensible conocer la opinión científica de los heraldistas, pero nunca para concluir que un mensaje comienza y acaba con un alfabeto de representaciones exclusivas de la historia"."Los heraldistas actuales son los diseñadores ...", escribía el mismo Claret Serrahima.

"Muchos Ayuntamientos de Cataluña se han visto forzados a aplicar una heráldica supuestamente medievalista pero que combina, a veces grotescamente, diferentes tradiciones y estilos, para llegar a un resultado historicista pero no siempre fiel"... "Ahora que se ha encontrado un escudo del siglo XIV, similar a nuestra propuesta, los heraldistas se han quedado con pocos argumentos para criticarla", nos comentaba Miquel de Moragas.

Si desnudamos el asunto de polémicas políticas, de integrismo histórico y conceptos de intrusismo profesional, nos encontramos con algo tan simple y a la vez tan complejo como es: encontrar la manera de que este escudo, símbolo o bandera, siga identificando a la ciudad. Para ello, el resultado debe ser comprensible, directo, por supuesto respetuoso con la historia, y capaz de identificar y aglutinar a una sociedad tan heterogénea como la de la Ciudad Condal.

Pero, como todo símbolo está formado por elementos formales y gráficos, además de connotaciones conceptuales, justamente es ahí donde el trabajo del diseñador ha sido más discutido. Uno de los aspectos gráficos más controvertidos del nuevo símbolo son las cuatro barras de la "senyera", que parecían ser imprescindibles si se quería mantener una coherencia con el pasado y un reflejo de la realidad presente.

Estas barras están acompañadas por una cruz históricamente presente, (inicialmente como la cruz de "la Catedral" y posteriormente como la de "Sant Jordi"). La utilización de una barra como eje vertical de la cruz, es una solución tan vista que parece extraño el revuelo que ha causado. No hablamos del escudo encontrado y fechado en 1396, perteneciente a un prior, (frai Guillem de Guimerà), de la orden de los "hospitalers". Hablamos de soluciones visuales parecidas que todos conocemos y aceptamos como válidas. ¿Alguien plantea que el logotipo que el símbolo del FAD no es correcto por que la "A" y la "D" comparten "palo"?, al igual que la "I" y la "B" del anagrama de Iberia. Incluso, ¿Canal plus deja de serlo porque el "plus" sea un signo "+"?.

¿Recuerdan aquellos divertidos juegos de percepción, como los de las flechas largas o cortas, según sus puntas fueran abiertas o cerradas, o el tamaño del cuadrado respecto a su figura adyacente, o al color, etc...?. Quizás, si algunos/as políticos/as y heraldistas hubieran hecho esos juegos visuales, o supieran algo de semiótica, nos habríamos ahorrado una buena cantidad de tiempo y de tinta. En el empeño de facilitar la aplicación de la imagen, es obvio que esta sintetización favorece la correcta visión del símbolo, sea cual sea su tamaño y su soporte. Aunque eso no está tan claro en las líneas curvas de los márgenes que enmarcan el escudo, puesto que éstas se unen en un sólo punto, algo difícil de reproducir.

Hay que añadir que los tres elementos principales sobre los que se aplica la propuesta han tenido resultados distintos y con diferente fortuna. El sello oficial mantiene los elementos más tradicionales, y sólo ha sufrido una limpieza de aspecto. El símbolo nos propone la yuxtaposición entre las barras y la cruz y la desaparición del amarillo como fondo interior y, por último, la bandera, que ha recogido las mayores críticas, aplica ese amarillo como fondo, (por cierto, aún no hemos salido de la perplejidad ante las quejas de los heraldistas para con esta bandera, ya que parece que, medievalmente hablando, el amarillo significa la peste).

Como diseñadores, hemos de apoyar este proceso que sitúa a Barcelona como pionera en la modernización de sus símbolos históricos, adaptándolos a la realidad actual y a las nuevas necesidades de comunicación y aplicación. Se puede discutir el resultado, pero estaremos de acuerdo en que situar el debate en el campo del diseño y no del historicismo es un gran paso adelante para todos.

Para concluir, lancemos algunas preguntas. ¿No hemos perdido una oportunidad de oro para realmente actualizar el símbolo de Barcelona?. ¿Es rentable a finales del siglo XX hablar de heráldica y escudos?. Las marcas son los elementos visu-ales identificativos que pertenecen al futuro. En ese caso, este nuevo sello, ¿funciona bien como marca de Barcelona?

¿No es más Barcelona, por ejemplo, aquella "B" de "Barcelona més que mai", que la nueva bandera tenga fondo amarillo o azul?. Aunque es evidente que no pretendemos dar soluciones "iluminadas", a voz de pronto y viendo lo sucedido, ignoramos a qué proporciones hubieran llegado las cosas si se hubiera planteado una fórmula rupturista para el nuevo símbolo de Barcelona. De hecho, es bastante posible que si se hubiera tomado este camino más radical, ahora tendríamos aún el viejo escudo. Pero quizás se podría plantear un debate a posteriori, con calma, y un exhaustivo estudio del papel que debería jugar el símbolo de una ciudad, ya a las puertas del siglo XXI.

OSCAR MARTÍNEZ